Coaliciones y presidencialismo

Nota de opinión por Mario Bensimón (*)

Chubut 06 de marzo de 2023 Mario Bensimón Mario Bensimón

Las coaliciones políticas, imprescindibles en el Sistema Parlamentario para lograr las mayorías legislativas que permitan formar gobierno, no parecen fluir fácilmente en el sistema presidencialista.

Es que el Presidencialismo confía, de una manera exagerada, en las capacidades de quién ostenta la primera magistratura y, como consecuencia de ello, deposita sobre sus espaldas una cuota de poder casi excluyente.

La pretensión que un Ejecutivo consulte sus decisiones con sus “socios” políticos se da de narices con la realidad y con un sistema que ha venido mostrando a Presidentes que, lamentablemente, no suelen formar parte del debate público. 

Marcelo Alegre ha descripto con claridad este fenómeno sosteniendo que: “(…) la personalización del poder genera un diálogo público, cuando lo hay, muy asimétrico, debido a que el presidente rara vez participa en las deliberaciones públicas dando y recibiendo razones. Sus intervenciones tienden a adoptar un tono imperial, por encima del nivel terrenal de la política cotidiana. Cuando la realidad se complica, el presidente echa mano su rol de Jefe de Estado, descalificando a quienes no se alinean con su voluntad, quienes son acusados de conspirar contra los intereses nacionales.” (“Democracia sin Presidentes” en Teoría y Crítica del Derecho Constitucional, coordinador Roberto Gargarella. Ed Abeledo Perrot).

Este Presidente, que no suele formar parte del debate público, tampoco encuentra incentivos para coordinar decisiones con sus socios.

Las coaliciones en el Presidencialismo se conforman con el único objetivo de ganar elecciones, pero se desdibujan para gobernar. Las tensiones entre De la Rúa y Chacho Alvarez, entre Cristina Fernández y Julio Cobos, y actualmente entre Alberto Fernández y Cristina Fernández son muestras irrefutables de ello.

La experiencia de las coaliciones argentinas suele mostrar Partidos poderosos con socios menores que terminan cooptados por aquel. El camino crítico parece sencillo de describir: las coaliciones se sostienen a través del éxito electoral, el que define el liderazgo del socio que asume la primera magistratura nacional.

Las coaliciones se han mostrado deficitarias para establecer mecanismos de resolución de conflictos. 

Y estos conflictos, que se ordenan habitualmente en el poder mediante el criterio del presidente en ejercicio, se desnudan cuando la coalición se encuentra en la oposición. Ese momento, es decir cuando la coalición se encuentra fuera del gobierno, se muestra como el propicio para que los integrantes rediscutan su nivel de injerencia dentro de la estructura.

La anticipación de la elección municipal de Trelew, mostró descarnadamente las dificultades de convivencia que exponen las grandes coaliciones vigentes en la actualidad.

El “Frente Para Todos”, se ha mostrado incapaz para contener dentro de su paraguas a todos sus integrantes, fundamentalmente atento a la precariedad de las reglas de juego internas. Como consecuencia de ello ha multiplicado las opciones políticas debilitando seriamente sus chances electorales de cara a las elecciones generales.

A pesar que esta coalición se encuentra en gestión de gobierno, el Presidente de la Nación no ha logrado, hasta la fecha, encauzar detrás suyo a los heterogéneos integrantes de esta alianza política, cuya continuidad resulta incierta.

Por otro lado, la coalición denominada “Juntos por el Cambio”, desde la oposición, se encuentra caminando el previsible sendero de la rediscusión sobre las cuotas de poder hacia adentro de la estructura.

Este fenómeno, que es mirado con sorpresa por algunos de sus adherentes, es esperable en coaliciones que se forman por objetivos comunes, pero que entre los socios guardan diferencias ideológicas y de criterios. De cara a conformar la opción que la coalición propondrá a la comunidad, cada socio intentará hacer prevalecer su posición y quienes serán los intérpretes de la misma.

Si bien es habitual escuchar reclamos de unidad, resulta ciertamente ingenuo esperar la uniformidad de criterios de socios de coaliciones, que mantienen su individualidad política. 

Distinto sería el caso de la conformación de un nuevo partido político. En tal caso, esta nueva organización definirá sus posiciones ideológicas y las propuestas que, como consecuencias de aquellas, se pondrán a disposición de los votantes.

En las coaliciones, las diferencias políticas deben naturalizarse y administrarse a través de procesos de toma de decisiones que garanticen la participación de los socios.

Cada uno de los socios llegará con sus propuestas e intérpretes al proceso de toma de decisiones, con el legítimo afán de prevalecer luego del mismo.

La experiencia de Trelew mostró notorias complicaciones propias de la organización de procesos internos inéditos. Pero además expone diversas maneras de comprender el funcionamiento de las coaliciones. 

En mi entendimiento, el formato de estas organizaciones prevé el mantenimiento, como dije más arriba, de la individualidad de cada socio. De esta manera cada uno de ellos debe atravesar sus discusiones internas, delinear sus próximos pasos, para luego recién afrontar los debates de la coalición.

La falta de tiempo ante el injustificado adelantamiento electoral, la falta de práctica en el manejo de las alianzas, conspiran con el desarrollo de los debates, pero parece razonable concluir que hay un modelo de coaliciones que no logra encontrar la manera de desarrollarse en un Sistema Presidencialista que fue pensando, hace más de dos siglos, para la existencia de sólo dos facciones en pugna.

(*)  Abogado (UNLP) - Maestría en Derecho Constitucional (UNPSJB).  Autor de "Achicando los Arcos" y "Democracia y Desarrollo: el caso Chubut"

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