Esa tibia mesura demodé

Reflexiones fuera de época.

Argentina y el Mundo29 de enero de 2024Mario BensimónMario Bensimón
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El tratamiento legislativo del Proyecto de Ley Ómnibus enviada por el nuevo gobierno, que cuenta con más de 600 artículos que pretenden modificar leyes de diversa naturaleza, sumado al tratamiento del DNU 73/2023 denominado “Bases para la reconstrucción de la economía argentina” que contiene 366 artículos con los que el gobierno de Milei pretende iniciar una etapa casi refundacional del país, vinieron con una pretensión clara desde el Poder Ejecutivo: “Acá no se negocia nada”.

Esta idea del “todo o nada” viene haciendo mella no sólo en la Argentina sino también en buena parte del mundo.

El shock inicial del gobierno, que parece subestimar su debilidad legislativa, aparece como un posicionamiento claro y definido frente al gradualismo de otras épocas, pero asimismo desnuda la posición del gobierno respecto al debate político, respecto a la opinión disonante y en definitiva muestra lo que entiende el gobierno por democracia.

“Gobernar por decreto es decidir sin deliberar con los demás y asumirse infalible” sostuvo Martín Bohmer en su nota “El DNU de Milei y el espíritu de la libertad” (https://www.lanacion.com.ar/politica/el-dnu-de-milei-y-el-espiritu-de-la-libertad-nid22122023/). Obviamente quien se asume infalible entiende innecesaria la opinión de los demás y desconoce la posibilidad de que esta pudiera enriquecer su posición original.

La subestimación de los matices, del debate, y en definitiva de la reflexión, viene caracterizando un proceso político que deja de lado las posiciones intermedias o dialoguistas para poner foco en las posiciones más extremas e irreflexivas.

La reflexión y el espíritu democrático de quien advierte como razonable un argumento del adversario son vistos como un demérito y aquel será arrojado por ello al campo de la tibieza, donde según vaya a saber quién, resultaría damnificado por la mala digestión del barba.

Y al campo de la tibieza iría a parar todo aquel que decida no confrontar con vehemencia, y ajustarse sólo a intentar garantizar un marco de reflexión acorde al nivel de crisis que la Argentina tiene sobre manos.

Esta nueva situación muestra incómodos a muchos partidos políticos tradicionales en Argentina, caracterizados por su defensa irrestricta de los procedimientos democráticos y de las instituciones.

Es que gran parte del arco político apoya todo su ideario en aquel procedimiento democrático.

Esta identificación del ideario de los partidos tradicionales con los postulados de la Constitución encuentra en nuestro país diversas causas que serán analizadas a continuación.

En primer lugar, la vida en democracia supone el reconocimiento de la capacidad de todas las personas para formar parte del proceso de toma de decisiones, con lo cual defender aquel proceso garantizará, como consecuencia de ello, mejores decisiones.

Por otra parte, el proceso de reconocimiento de diversos derechos, no sólo civiles, sino fundamentalmente económicos y sociales a través de su incorporación en el texto constitucional o mediante los tratados internaciones de los que Argentina forma parte, ha condicionado notablemente nuestra democracia y, como consecuencia de ello, el ideario de los partidos políticos en nuestro país (caracterizados además desde siempre por una visión de tipo humanista). 

Además, nuestra historia caracterizada por sucesivos golpes institucionales hizo que defender la Constitución y sus procedimientos democráticos se constituya en un ideario lo suficientemente sólido.

Abona también a esta realidad cierta pretensión movimientista de los partidos tradicionales, caracterizada por el intento de representar dentro de su estructura, casi todo el abanico ideológico existente. Ello se demuestra toda vez que en Argentina no parece alcanzar el adjetivo correspondiente a cada partido político para definir claramente la ideología del individuo que pretende, con su utilización, ser reconocido. 

Con esta intención de aglutinar voluntades los partidos políticos tradicionales han ido presentando, en cada convocatoria electoral, programas electorales vagos, sin definiciones específicas, de manera de no condicionar su posible gestión de gobierno, y el margen de pragmatismo que consideran pertinente para que el líder de turno encuentre las herramientas para administrar las diversas situaciones que se le presentan. 

El escenario descripto y una comunidad ávida de posiciones concretas (a veces también mágicas e inaplicables) incomoda a la política tradicional que pretende explicar (a veces con razón) que en un pequeño libro están todas las respuestas, emulando al “Encuentro en Cajamarca” que inmortalizó Víctor Heredia.

La política tradicional en particular, y la democracia en general, tienen el enorme desafío de encontrar salidas del laberinto donde nos encontramos.

Donde cada expresión política deberá expresar la importancia del proceso democrático, pero también deberá avanzar sobre la definición de soluciones concretas para la agenda actual. Aunque esa necesaria discusión ponga en crisis ciertas identidades. 

Es decir que la defensa institucional o procedimental no debe subestimar la discusión técnica, para lo cual los Partidos deberán contar con los equipos que dicho debate requiere.

Y finalmente es intención de estas líneas poner en valor la tibieza reflexiva.

La brutalidad de la desmesura termina abonando a la democracia delegativa. Aquel líder que se autopercibe infalible y que desconoce la opinión del resto, termina inexorablemente considerándose autorizado a gobernar sin consultas ni controles.

Ese tipo de experimento, donde todo es blanco o negro, resulta de imposible aplicación en sociedades tan complejas como la contemporánea. 

La actualidad muestra sociedades caracterizadas por el desacuerdo, sociedades heterogéneas y fragmentadas en múltiples intereses que entran en juego ante cada decisión.

De esta forma, el empresario que reclama ciertas modificaciones en materia laboral podría rechazar privatizaciones de empresas públicas (y aún dentro de estas acordar con algunas y rechazar otras), o quienes defienden las modificaciones electorales podrían rechazar las propuestas en materia ambientales.

La importancia de la discusión, de los matices, en un marco propicio para la argumentación y el intercambio de ideas, se vuelve central para compatibilizar estos múltiples intereses en pugna recuperando el valor de esa tibia mesura demodé. 

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